De los rituales a los grupos coreográficos

Las danzas de espadas, de troqueo y en cadena han sido géneros de baile comunes en el País Vasco desde el siglo XVI.

Parque de los Príncipes - París (archivos de Jean Nesprias, 1944)
Parque de los Príncipes - París (archivos de Jean Nesprias, 1944)
Las danzas de espadas o ezpata-dantzak han sido las estrellas indiscutibles en ritos, protocolos, celebraciones especiales, Corpus Christi, San Juan y en las festividades señaladas por cada santoral local. Los vascos han tenido costumbre y afición de bailar danzas de cuerda en las fiestas posteriores a los rituales y en el asueto de los domingos.

Primero los movimientos románticos, y los nacionalismos después, se inclinaron por la promoción de los géneros de música y danza que, como consecuencia de la crisis de la sociedad agrícola, estaban en declive. En las Fiestas Vascas de finales del siglo XIX y principios del XX, se escogieron algunos retazos de la cultura tradicional que se percibía en declive y se presentaron en programas festivos de carácter excepcional.

Los ballets folclóricos rusos que acababan de recorrer toda Europa habían dejado a su paso un profundo rastro de admiración y emoción. Algunos emprendedores, considerando que disponian en la musica y danza vasca excelente materia prima para emular a los ballest rusos, comenzaron a aplicar las nuevas corrientes de puesta en escena y estilización. Segundo Olaeta creó en 1927 el grupo Elai-Alai en Gernika. Un año después se presentó el espectáculo Saski Naski en San Sebastián, en el que participaron cantantes del orfeón, la orquesta sinfónica y bailarines de San Sebastian, Berriz, Izpura y Atharratze.

Las guerras (Primera y Segunda Guerra Mundial, y la Guerra Civil española) castigaron muy severamente al País Vasco, y miles de dantzaris murieron en ellas, además de atenuar las ganas de bailar. En plena Gerrua Civil española, el grupo Elai-Alai (literalmente, golondrinas alegres) de Olaeta desplegó sus alas y voló hacia Europa para convertir un grupo de huérfanos en embajadores de la cultura vasca. En Francia se encontraron con la embajada coreográfica y musical que el mismo Gobierno Vasco había organizado: Eresoinka. Con la intención de participar en el campo de batalla comunicativo y cultural, el Gobierno Vasco reunió un gran grupo de cantantes, músicos, creadores y bailarines vascos que, tras su preparación en Sara, ofrecieron espectáculos en París, Bruselas, Ámsterdam, La Haya, Rotterdam y Londres, entre otros.

Perdida la guerra, los bailarines de Eresoinka y Elai-Alai se encontraron sin posibilidad de volver a casa. Algunos se afincaron en Lapurdi, y otros, convertidos en artistas nómadas, continuaron con la labor de difusión de la cultura y la danza vasca a los cuatro vientos, realizando giras por Suramérica. Se formaron en danza clásica y siguieron aplicando el modelo académico ruso para la puesta en escena las danzas tradicionales vascas. De aquella semilla brotaron en las décadas posteriores numerosas iniciativas en la danza vasca del siglo XX. Entre otras, Schola Cantorum y Kresala en San Sebastián u Oldarra y Etorki en Laburdi.